miércoles, 17 de julio de 2013

JIRAFAS





La jirafa (Giraffa camelopardalis) es una especie de mamífero artiodáctilo de la familia Giraffidae propio de África. Es la más alta de todas las especies vivientes de animales terrestres. La cima de la cabeza puede llegar a encontrarse a 5,8 m de altura y puede pesar de 750 kg hasta 1,6 toneladas. El nombre común 'jirafa' y primer término del nombre binomial Giraffa proviene del árabe La jirafa está emparentada con cérvidos y bóvidos, pero pertenece a otra familia, los jiráfidos (Giraffidae), que comprende únicamente a la jirafa y su pariente más cercano, el okapi.

Julio César introdujo la primera jirafa en Europa traída de su campañas en Asia menor y Egipto donde conoció a Cleopatra. Sin tener claro qué animal era, los romanos la bautizaron cameleopardo, un cruce entre camello y leopardo, convirtiéndose en el nombre científico que se utiliza hasta hoy. La jirafa normalmente habita en sabanas o en espacios abiertos. Sin embargo, cuando el alimento escasea, es capaz de adentrarse en áreas con densa vegetación. Las jirafas prefieren las áreas de acacias en crecimiento. Pueden beber grandes cantidades de agua cuando está disponible, lo que les permite sobrevivir a grandes periodos secos en tierras áridas.

Origen y evolución
La jirafa es una de las dos especies vivas de la familia Giraffidae, junto con el okapi. La familia fue muy amplia, con numerosas especies. Las jirafas evolucionan de un gran mamífero ramoneador, de unos 3 metros y con aspecto de antílope que vivió en Europa y Asia hace entre 30 y 50 millones de años. El jiráfido conocido más antiguo es el Climacoceras, parecido al ciervo, con unos cuernos como los de la jirafa. Aparición a principios del Mioceno. Ejemplos tardíos incluyen los géneros Palaeotragus y Samotherium, del Mioceno inferior al medio. Ambos eran de considerable altura en la cruz, habían desarrollado una cornamenta simple y no ramificada como las jirafas modernas, pero aún tenían el cuello relativamente corto.

A partir del Plioceno Superior, la variedad de jiráfidos se redujo drásticamente, hasta quedar solamente las dos especies referidas anteriormente. El género al que pertenece la jirafa moderna evolucionó durante el Plioceno, e incluye otras especies de cuello largo, como Giraffa jumae que no sobrevive hoy.Alan Turner propone, en su libro Evolving Eden (2004), que los ancestros de la jirafa serían de color oscuro con manchas pálidas, y que esas manchas pasaron a tener una forma estellada antes de formar el modelo reticulado que hoy encontramos.
La especie moderna Giraffa camelopardalis apareció durante el Pleistoceno hace un millón de años. La evolución de la longitud del cuello de las jirafas ha sido objeto de mucho debate. La explicación clásica es que el cuello se alargó para alcanzar la vegetación más alta que no era accesible para otros herbívoros, dando a las jirafas una ventaja competitiva.

Sin embargo, una teoría alternativa propone que evolucionan como carácter sexual secundario, dando a los machos una ventaja ante el "necking" para establecer el dominio y el acceso a las hembras receptivas. Esta teoría se basa en que las jirafas comen frecuentemente de arbustos bajos, y que el cuello de los machos es significativamente más largo que el de las hembras.No obstante, esta teoría no está aceptada universalmente y estudios recientes la han puesto en duda, apoyando la explicación clásica.

Anatomía y morfología
Las jirafas son famosas por su cuello largo, que les permite alcanzar las hojas más altas y tiernas de los árboles, su cabeza es pequeña, bien formada, presenta dos cuernecillos, poco visibles, detrás de sus orejas y sus largas patas delanteras, que son mucho más largas que las traseras. Esa proporción y longitud les obliga a un inusual paso moviendo primero las patas de un lado y luego las del otro a poca velocidad, y cruzando las patas traseras en el exterior cuando van a toda velocidad. Las jirafas macho usan el cuello para golpear a su rival en un duelo que establece el dominio, el vencedor es el primero en escoger a la hembra. Las jirafas son una presa difícil y peligrosa.

Se defienden con una poderosa coz capaz de partir el cráneo o la columna de un león, los únicos predadores que suponen una amenaza para la jirafa adulta. La estructura ósea del cuello no difiere de la de otros mamíferos: no tiene vértebras extras, pero cada uno de los siete vértebras cervicales está muy alargado. Cada vértebra está separada por juntas flexibles; las vértebras de la base del cuello son puntiagudas y proyectan la joroba por encima de los hombros sosteniendo el musculoso cuello. Extremidades abdominales más cortas que las torácicas, lo que motiva que tenga el tronco muy inclinado hacia atrás.
Además tiene unos pequeños cuernos, llamados ossicorns, que aparecen en ambos sexos, aunque los de las hembras son más pequeños.

Están formados por cartílago osificado. Su apariencia es un método fiable de distinción sexual; en las hembras poseen un pequeño penacho de pelo en la parte superior, y en los machos aparecen sin pelo debido al efecto de los combates (necking). Los machos a veces también desarrollan depósitos de calcio en el cráneo con la edad, dando la impresión de un tercer cuerno adicional. Las jirafas han sufrido muchas otras modificaciones en el curso de su evolución, especialmente en el aparato circulatorio.
El corazón de una jirafa (que puede pesar más de 10 kg) debe generar cerca del doble de la presión sanguínea normal de un mamífero de gran tamaño para mantener el flujo de sangre al cerebro en contra de la gravedad. En la parte superior del cuello, un complejo sistema de regulación de la presión (retículo admirable), previene el exceso de sangre en el cerebro cuando la jirafa baja la cabeza para beber.

Inversamente, los vasos sanguíneos en la parte inferior de las patas están bajo una gran presión. En otros animales, esa presión forzaría a la sangre a ser expulsada a través de las paredes capilares. Sin embargo, las jirafas tienen una gruesa capa de piel muy ajustada en sus extremidades inferiores, la cual mantiene la presión extravascular alta de la misma forma que un traje-g de un piloto.
El sonido que emiten gracias a sus enormes pulmones no es audible para el oído humano, ya que se comunican entre ellas y otros animales a través de infrasonidos. La lengua es de color negro, y es tan larga (unos 60-65 cm) que le permite usarla para limpiarse las orejas. Posee tres cuernos, dos laterales y uno central más pequeño (pueden ser hasta cuatro dependiendo de la subespecie), debido a un desarrollo excesivo de los huesos frontales y nasales.

La boca es distinta de otros rumiantes: su labio superior no está hendido como el del camello, está recubierto de pelos y tiene una forma más aguzada. Tienen un ingenioso sistema que les permite abrir y cerrar, a voluntad, las fosas nasales. Esto les permite recubrir las cavidades olfativas para impedir la entrada de polvo, especialmente cuando el viento forma remolinos.
El pelaje es de color amarillo, sembrado de manchas bastantes grandes, de formato irregular y color pardo claro u oscuro, siendo las manchas del cuello y piernas más pequeñas. La parte inferior de las patas y el vientre es blanca y no presenta manchas. Cada jirafa es única en el mundo tiene su propio patrón de manchas, estas varían en tamaño, forma e incluso color. Los machos las tienen más oscuras y no tienen pelo en la parte superior de sus cuernos.

Las jirafas a los 20 minutos de nacer ya comen, a las 2 horas pueden marcar el paso de un rebaño a 50 km por hora; después de 2 o 3 semanas máximo dejan de mamar, comen hojas y vegetación. Viven en grupos de 20 a 30 ejemplares, casi todos jóvenes, ya que al envejecer buscan la soledad. No duermen más de 5 a 7 minutos seguidos, sumando una media de 2 horas de sueño al día y son capaces de correr a 60 km por hora.

Gestación y crías 
La gestación de una jirafa dura entre 14 y 15 meses; nace una sola cría. La madre da a luz de pie y el saco embrionario se rompe cuando el bebé cae al suelo. Las jirafas recién nacidas miden cerca de 1,8 m y pesan aproximadamente 50 Kilos. A las pocas horas de haber nacido, las crías pueden correr y no se distinguen de una cría de una semana de edad. Durante las dos primeras semanas pasan la mayor parte del tiempo recostadas, resguardadas por su madre. Mientras que las jirafas adultas son demasiado grandes para ser atacadas por la mayoría de los depredadores, las más jóvenes pueden ser presa de leones, leopardos, hienas y perros salvajes. La cría se vuelve independiente alrededor de los 18 meses y se alimenta de la leche materna hasta esa edad.

Sólo del 25 al 50 por ciento de las jirafas llegan a la edad adulta; aquellas tienen un promedio de vida de entre 20 y 26 años. Alimentación El régimen alimenticio de la jirafa concuerda con su físico; come las hojas de los árboles para lo cual le sirve su larga lengua. Las que viven en el sur de África prefieren las ramas y hojas que tienen espinas. Cuando se nutre con alimentos frescos y jugosos puede permanecer mucho tiempo sin agua, pero en las épocas de sequía recorre varios kilómetros para beber en las lagunas pantanosas o en las charcas. El alimento favorito de la jirafa es la Acacia, árbol que crece en la sabana africana, siendo un animal altamente selectivo en lo que come cuando tiene alimento para elegir. A pesar de esto en caso de necesidad no tiene problema en adaptarse a otros alimentos.
También consume otro tipo de árboles así como hierbas. Para beber agua y alimentarse con hierbas la jirafa debe agacharse lo que la coloca en una posición vulnerable.

La lengua de la jirafa así como su aparato digestivo adaptado le permite alimentarse con vegetales espinosos, los cuales digiere sin ningún tipo de problema. Las jirafas pasan entre 16 y 20 horas al día alimentándose y pueden hacerlo durante la etapa más calurosa del día cuando tiene crías, ya que los depredadores a esa hora están inactivos. Pueden llegar a comer 65 kg de vegetales. La jirafa, al igual que las vacas, es un animal rumiante cuenta con 4 estómagos y su digestión es similar a la del resto de los rumiantes (la digestión toma un tiempo relativamente largo).

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